Los restos paleontológicos indican que hace millón y medio de años ya había linces en toda la Península Ibérica, aunque poco a poco fueron reduciendo su presencia a unas pocas zonas dispersas en Extremadura, sur de Portugal y Andalucía. El Lynx pardinus es una especie endémica característica del bosque mediterráneo y una de las cuatro que existen en el mundo, junto con el lince boreal o euroasiático (Lyx lynx), que se extiende por el norte de Europa y gran parte de Asia, el canadiense (Lynx canadensis, América del Norte) y el rojo (Lynx rufus, sur de Canadá, EEUU y norte de México). 

Todos ellos cuentan con la calificación de ‘menor preocupación’ por la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés). Excepto el lince ibérico, que desde los años 60 del pasado siglo y especialmente durante las décadas de los 80 y 90, experimentó una drástica disminución de una población que, a la vista de los escasos registros históricos, de por sí ya no era particularmente numerosa. Así lo dedujeron los primeros expertos que llamaron la atención sobre la situación de la especie, declarada en 1986 “en peligro crítico de extinción”. A comienzos de los años 2000 se contabilizaron menos de 100 individuos, con lo que la especie se consideraba prácticamente desaparecida. 

Sin embargo, el Gobierno central y las Administraciones regionales españolas, junto con el Gobierno portugués y diversas entidades públicas y privadas, instituciones y ONG lograron reaccionar y aunar esfuerzos. En 1999, se aprobó la Estrategia Nacional del Lince Ibérico, basada en crear centros de cría ex situ (en cautividad) para obtener ejemplares que se pudieran liberar posteriormente. En 1992, se abrió el primer centro, El Acebuche, ubicado en el Parque Nacional de Doñana. Actualmente, existen cinco: tres en Andalucía (El Acebuche, La Olivilla, en Jaén y el Zoobotánico,  en Jerez de la Frontera), uno en Extremadura (Zarza de Granadilla, en Cáceres) y otro en Portugal (Centro de Silves). 

Paralelamente, se promovieron acciones para proteger y recuperar el bosque mediterráneo y las poblaciones de conejo. Este roedor, objeto actualmente de otro programa de recuperación (LIFE Iberconejo), es fundamental no solo para la alimentación del lince sino también para la de otras 40 especies, entre ellas el águila imperial ibérica, también amenazada.

A los desafíos organizativos se unían los científicos, derivados de afrontar la conservación de una población tan reducida y, por tanto, muy pobre genéticamente. El programa europeo LIFE aportó más de la mitad de los fondos de los sucesivos proyectos que, dos décadas después, lograron obrar el milagro. 

El programa ex situ ha logrado que actualmente haya 12 poblaciones de lince en tres comunidades autónomas: Andalucía, Castilla La Mancha y Extremadura, más otras dos en Portugal. En 2020, se superó la cifra simbólica de 1.000 individuos, con un récord histórico de nacimientos, y los últimos datos de mayo de 2021 arrojaban un balance de más de 1.100 ejemplares. 

El siguiente objetivo, recogido en el proyecto LynxConnect, aprobado por la Comisión Europea y que se extenderá hasta 2024, es interconectar estos núcleos de manera segura, luchando contra el furtivismo, la caza ilegal y la lacra de los atropellos, que se ha cobrado la vida de, al menos, 150 de estos valiosos ejemplares desde 2002. Facilitar la movilidad natural de los linces permitirá unificar la población y aumentar la diversidad genética, fundamental para salvar la especie. Los expertos del Grupo de Trabajo del Lince calcularon en 2019 que esto solo será posible –y aun así seguirá siendo vulnerable–,  si en 2040 se logra triplicar la población actual, hasta una cifra de entre 3.000 y 3.500 ejemplares, de los que unos 750 deberán ser hembras reproductoras.

Esperanza para la fauna ibérica

España, que cuenta con más de 85.000 especies de animales, plantas y hongos, en los últimos 25 años ha logrado salvar de la extinción –si bien conservan su estado de vulnerabilidad– a las llamadas “cinco grandes” de su fauna endémica: además del lince ibérico, el oso pardo, rapaces como el águila imperial ibérica y el quebrantahuesos, y el lobo ibérico. 

  • El del quebrantahuesos (Gypaetus barbatus) es un caso similar al del lince: hace 25 años solo quedaban unas 30 parejas reproductoras de esta enorme ave carroñera de más de tres metros de envergadura. Hoy, su población supera el millar de ejemplares y se encuentran sobre todo en el sur del Pirineo, Sierra de Moncayo (Aragón), al menos cinco parejas en la Sierra de Cazorla, en Jaén (Andalucía), y han sido reintroducidos en los Picos de Europa. En 2022, se prevé hacerlo en la Sierra de Gredos (Ávila). 

Quebrantahuesos. / FOTO_F. QUEBRANTAHUESOS

  • El águila imperial ibérica (Aquila adalberti), especie catalogada como en peligro de extinción, es una de las rapaces más amenazadas del planeta. A finales de los años 70, su población era inferior a 50 parejas reproductoras. Sin embargo, en la actualidad superan las 600. 

Águila imperial ibérica. / FOTO_CAM

  • Otro caso de éxito es el oso pardo cantábrico (Ursus arctos pyrenaicus), del que hace dos décadas llegaron a contabilizarse apenas 50 individuos en libertad. Actualmente, suman unos 330 ejemplares, la mayoría en la zona occidental de Asturias, unos 30 en el norte de León, Palencia y sur de Cantabria, y otros tantos en el Pirineo oscense y catalán.

Oso pardo cantábrico. / FOTO_NEUSITAS (WIKIPEDIA)

  • En cuanto al lobo ibérico (Canis lupus signatus), se calcula que existen unas 300 manadas compuestas de entre 2.000 y 2.500 individuos. Prácticamente extinguido en el sur de España, el 95% de su población se concentra en Asturias, Cantabria, Galicia y Castilla y León, donde se ha recuperado desde los años 90 y se expande al norte del río Duero. Al compartir sus territorios con actividades humanas como la ganadería, su conservación es controvertida, y requiere tanto de medidas de protección –a principios de 2021 el Gobierno lo incluyó en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial, lo que en la práctica supone la prohibición de su caza–, como de apoyo a los sectores afectados: solo en 2020 se perdieron unas 2.600 cabezas de ganado por ataques de lobo. Las organizaciones conservacionistas como WWF abogan por la coexistencia y proponen medidas compensatorias y preventivas como pagos rápidos a los ganaderos en caso de ataques, uso de vallados electrificados y perros mastines, recuperación de la figura del pastor o el fomento de la ganadería extensiva, entre otras.

Lobo ibérico. / FOTO_SUSO MARTÍN (CENTRO DEL LOBO IBÉRICO)

retrato de un tesoro natural

Lince ibérico. / FOTO_FRANK VASSEN (FLICKR)

El lince ibérico es el más pequeño de las cuatro especies de lince, con un peso de unos 14 kilos. Es un animal solitario y de hábitos crepusculares. Se caracteriza por los “pinceles” de las orejas y las barbas, así como por su pelaje moteado, único en cada individuo. Desde el punto de vista ecológico, su papel de superdepredador en lo más alto de la cadena alimentaria lo convierte en una “especie paraguas”, ya que controla la abundancia de otros depredadores menores y disminuye la presión sobre la principal presa base, el conejo de monte, que también constituye el alimento base de otras especies como el águila imperial. Ha pasado de ser un animal prácticamente desconocido a convertirse en un símbolo nacional de conservación, un atractivo para el turismo rural y un caso de éxito internacional reconocido por la IUCN que ha despertado el interés de los programas de conservación de otros felinos amenazados, como el leopardo de las nieves (India, Mongolia) o la pantera de Florida (EEUU).