La Alhambra es un conjunto monumental construido entre los siglos IX y XVI, situado en lo alto de una escarpada colina frente al barrio del Albaicín de Granada. Con unos tres millones y medio de visitantes anuales, es, junto con la basílica de la Sagrada Familia de Barcelona diseñada por Antonio Gaudí (con 4,5 millones de visitas al año) el monumento más visitado de España, y figura también habitualmente en la lista de los más populares del mundo.

Está formado por una fortaleza militar, una medina o ciudad, varios palacios y jardines y otras edificaciones, en su mayoría construidas por los sultanes durante la dominación musulmana de la Península, tras el traslado de su capital a Granada. Esta etapa termina en 1492, el mismo año del descubrimiento de América por Cristóbal Colón, con la toma por los Reyes Católicos del reino nazarí de Granada, el último territorio en manos musulmanas.

A partir de este momento, el recinto pasa a manos de los monarcas cristianos que añaden algunas construcciones, como el palacio de estilo renacentista encargado por el emperador Carlos V en 1526, o la iglesia de Santa María, terminada en 1618, en la ubicación de una antigua mezquita. Tras una etapa de abandono, en el siglo XIX y con la llegada del movimiento cultural del romanticismo, se renueva el interés por el conjunto monumental, que comienza a restaurarse. En 1898, la Alhambra pasa a manos del estado español y poco después es declarada ‘monumento nacional’. Entrado el siglo XX, se crea el patronato que hoy lo gestiona, dependiente del Gobierno regional andaluz, y en 1984 obtiene la declaración de ‘patrimonio de la Humanidad’ de la Unesco.

Ciudad palatina

Pese a la extensión del recinto, rodeado de unos dos mil metros de muralla y una treintena de torres, y a la variedad de edificaciones de interés de distintas épocas, lo que ha hecho mundialmente famosa a la Alhambra son los palacios y jardines de la época musulmana y en concreto de la dinastía nazarí. A pesar de la característica baja calidad de los materiales constructivos de la arquitectura islámica  –yeso, ladrillo o madera– y la sobriedad exterior, las estancias interiores son de una belleza y calidad artística que la hacen única. Sus jardines y patios, adornados con albercas, estanques y fuentes –como el célebre surtidor del Patio de los Leones, quizá la imagen más reconocible del conjunto–, son también responsables de la singularidad y la fama universal de la Alhambra.

El recinto se sitúa en un emplazamiento elevado que inicialmente se usó como puesto militar, se cree que probablemente ya desde la época romana, conocido como colina Sabika. El primer palacio fue construido a mediados del siglo XIII por el monarca Mohammed ibn Yusuf ben Nasr, más conocido por Alhamar, nombre del que se cree que se deriva ‘Alhambra’; aunque otras teorías sugieren que la denominación significa “fortaleza roja”. Aunque no es este el color de las edificaciones, se atribuye al efecto óptico que producía la iluminación nocturna de las antorchas durante su construcción. Los sucesivos monarcas siguieron añadiendo palacios y estancias, además de reforzar la zona militar amurallada, la Alcazaba, donde destacan la Plaza de Armas, las torres de la Vela y de las Armas y los Jardines del Adarve. Al recinto amurallado se accede por varias puertas; las más importantes son la Puerta de las Armas, las del Arrabal, la de la Justicia y la de Siete Suelos.

En la ciudadela (Medina) se encontraban las viviendas para nobles y plebeyos, además de baños públicos (hammam), hornos, talleres, silos y cisternas. Aquí se localizan los Jardines del Generalife y los Palacios Nazaríes:  El Mexuar, el Palacio de Comares o de Yusuf I y el Palacio de los Leones, o de Mohammed V. En esta área –y no por casualidad, sino para simbolizar el triunfo de la cristiandad sobre el Islam– se levantó tres siglos después el palacio de Carlos V, con su insólito patio circular. Frente a los palacios se encuentra el acceso a la Rauda, el cementerio real, y el Palacio del Generalife, una casa de recreo de los sultanes de Granada, famosa por sus huertos y jardines, adornados con fuentes y acequias. En estos jardines se encuentra una construcción singular: la Escalera del Agua, con un pasamanos en forma de canal por el que corre el agua.

Un elemento muy representativo de la arquitectura islámica y que abunda en la Alhambra son los patios, entre los que destacan el de los Leones, con su famosa fuente; el Patio de la Reja, con un balcón en la parte sur; el Patio de Comares
o de los Arrayanes, con su acequia flanqueada por setos, o el Patio de Lindaraja, al que da el mirador del mismo nombre.

En el interior de los palacios, se encuentran las salas y salones usados por los sultanes para recibir a dignatarios extranjeros, celebrar fiestas o impartir justicia, todas ellas con una fabulosa decoración que cubre las paredes, los arcos, las columnas y los techos, y que combina elementos caligráficos, azulejos y mocárabes (piezas de yeso similares a un panal). Entre ellas, destacan el Salón de los Embajadores, donde se situaba el trono del sultán; la Sala de los Abencerrajes, la de las Dos Hermanas o la de los Mocárabes, con espectaculares cúpulas estrelladas. En la Sala de los Reyes, los techos están adornados con pinturas, mientras que en otras estancias, como el Cuarto Dorado, la techumbre es de madera.

Otras construcciones de gran interés son los miradores, que ofrecen vistas panorámicas de la ciudad, como el Peinador de la Reina, de origen nazarí pero modificado durante el Renacimiento, y el Mirador de Lindaraja o Daraxa, donde además de las vistas, destacan sus ricos alicatados.