En Brasil todo tiene dimensiones enormes: su territorio, el quinto más extenso del planeta, la mayor cuenca hidrográfica –el río Amazonas y sus miles de afluentes, que cubren la mitad de su superficie– y su economía, la novena más potente del mundo.

Es el primer productor mundial de café y caña de azúcar, el cuarto en producción de madera y uno de los primeros de soja, lo que atrae a un gran número de empresas multinacionales de la industria agroalimentaria y de biocarburantes; aunque el sector agrícola solo representa el 5% del PIB, supone el 40% de las exportaciones. Cuenta también con un potente sector industrial que aporta una cuarta parte del PIB. Produce petróleo, aluminio y carbón, y destacan sus industrias textil, aeronáutica, farmacéutica, automotriz, siderúrgica y química.

Toda esta mercancía viaja a través de una red de 1,5 millones de kilómetros de carreteras, 29.000 de vías férreas, 32 puertos públicos y 128 puertos privados, más de 4.000 aeropuertos y aeródromos y una red de vías navegables (hidrovias) de 28.400 kilómetros de longitud, incluyendo rutas de cabotaje (navegación costera).

El Gobierno federal quiere planificar de la manera más eficaz las fuertes inversiones que requiere esta inmensa red de transporte para reducir los costes logísticos y aumentar así la competitividad del país. Por ello, ha puesto en marcha el Observatorio Nacional de Transporte y Logística (ONTL), a través de la empresa pública EPL (Empresa de Planejamento e Logistica), dependiente del Ministerio de Infraestructuras de Brasil, con la que ha colaborado Ineco.

Gracias al ONTL, los planificadores –y el público en general– pueden consultar en cualquier momento a través de la web (www.ontl.epl.gov.br/index.php) una información muy valiosa que facilita la toma de decisiones a la hora de optimizar las inversiones en infraestructuras. Por ejemplo, si los datos indican que crece la producción agrícola, que es un tipo de carga de gran volumen, ¿cómo se puede potenciar la red hidroviaria (fluvial) y portuaria, para transportarla de un modo más barato y sostenible? Y a la hora de mejorar la red de carreteras, ¿en qué regiones se ha incrementado más la demanda de transporte? ¿Cómo influye la evolución de la economía del país en los costes logísticos?

Son solo algunos ejemplos de la utilidad de un observatorio de transporte, del que disponen cada vez más países –incluida España– que recoge, además, otros muchos datos de gran interés, desde los proporcionados por el sistema de seguimiento por satélite de la deforestación de la selva amazónica hasta los precios del combustible o la producción de todo tipo de bienes; movimientos de carga y pasajeros, comportamiento de tarifas y fletes, costes medios de transporte, indicadores macroeconómicos, etc. Todos estos datos son aportados tanto por las grandes empresas del país como por los diferentes departamentos y organismos públicos de la administración federal y estatal, que participan en el Observatorio, y luego procesados y organizados, de manera que se pueden consultar fácilmente vía web.

El ONTL es fruto de la cooperación entre los Gobiernos de España y Brasil, que mantienen estrechas relaciones económicas desde los años 90, con intensos flujos de inversión entre ambos países. La colaboración en infraestructuras de transporte ha cristalizado con la firma de varios acuerdos desde 2012. Como resultado, Ineco ya realizó en 2014 un estudio de cálculo de costes de transporte en las hidrovias (vías navegables) brasileñas. Con el ONTL Ineco transmite el conocimiento acumulado desde 2013 en el Observatorio del Ministerio de Fomento de España, que diseñó y tiene a su cargo desde entonces.

El Observatorio brasileño reúne datos procedentes de más de 50 fuentes de información, suministrados por numerosos agentes relacionados con las infraestructuras, las operaciones, la seguridad, la financiación y otros aspectos clave del sistema de transporte y logística brasileños: autoridades y concesionarios de aeropuertos, puertos y carreteras, ministerios y entidades gubernamentales, cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, marina mercante, asociaciones sectoriales y grandes empresas públicas y privadas que representan los principales sectores industriales (petrolero, aeronáutico, minero, automoción, etc.). Todos ellos generan un valioso conocimiento que se difunde en sesiones de trabajo, talleres y seminarios especializados, paneles de datos, un boletín anual, etc., y se recopila en la web para su consulta.

Al igual que en el Observatorio español, Ineco ha concebido el sistema de recogida y proceso de la información, y ha diseñado la base de datos y el portal divulgativo, de libre acceso tanto para los agentes del sector como para el público en general. Asimismo, ha elaborado un conjunto de indicadores, que sirven para armonizar datos procedentes de diferentes fuentes y facilitan tanto el análisis de información como su difusión.

¿Por qué un observatorio del transporte?

El Observatorio servirá, también, como instrumento de seguimiento del Plan Nacional de Logística de Brasil, aprobado en julio de 2018. El Plan define actuaciones para afrontar los problemas de inadecuación y cuellos de botella en su red de infraestructuras, y el alto coste logístico que erosiona la competitividad interna y externa del país.

Y es que la capacidad y calidad de las infraestructuras de transporte de un país –carreteras, ferrocarriles, aeropuertos y puertos marítimos y fluviales– determinan en gran medida el coste de llevar las materias primas o los bienes producidos desde su punto de origen hasta el fabricante, el comercializador y el consumidor final, con todos los pasos intermedios correspondientes. Estos procesos, que pueden revestir una gran complejidad, se conocen como cadenas de abastecimiento y cadenas logísticas.

Dado el incremento del comercio mundial en las últimas décadas, los costes logísticos repercuten de manera significativa en la riqueza de un país o región. Para medir su eficiencia, se calcula el porcentaje que representan respecto al PIB; es decir, el conjunto de bienes y servicios producidos. En el caso de Brasil, se estima que suponen entre el 15% y el 18% del PIB, el doble que la media de los países de la OCDE.