Según los datos de la Oficina de Turismo de Santiago de Compostela, cada año llegan a la ciudad casi 263.000 peregrinos (en año jubilar la cifra se duplica hasta el medio millón), de los que la mitad son extranjeros de todos los continentes. El 85% son europeos y de ellos, la mitad, españoles, procedentes de todas las regiones, pero sobre todo de Madrid, Andalucía y Cataluña. Más del 90% llegan a pie, y el resto en bicicleta (9,6%, unas 25.000 personas), a caballo (326 personas) y unos pocos en sillas de ruedas (71 en 2015). Todos obtuvieron su “compostela” o certificación de haber alcanzado su meta, que expide la Oficina del Peregrino. Para obtenerla, los peregrinos deben recorrer los últimos 100 kilómetros a pie o a caballo, o 200 en bicicleta, y presentar su credencial debidamente sellada en las distintas etapas, únicos requisitos imprescindibles para considerar completado su viaje.

Un viaje que comenzó en la Edad Media, cuando se descubrieron en el siglo IX los restos del Apóstol Santiago el Mayor en las cercanías de la ciudad. La historia y la leyenda dicen que el seguidor de Jesús predicó en el territorio de lo que hoy es España –hecho que subrayaron estudiosos posteriores como el Beato de Liébana– y que posteriormente viajó a Palestina, donde fue martirizado, para finalmente ser traído por mar a tierras gallegas y depositado en el campus stellae o campo de las estrellas –llamado así por las misteriosas luces que se cuenta atrajeron a sus descubridores– que se cree dio origen al topónimo ‘Compostela’. Con el territorio peninsular, salvo el Reino de Asturias, invadido por los musulmanes, el culto al Apóstol creció rápidamente y pronto se le consideró patrón de España.

Junto con Roma y Jerusalén, Santiago se convirtió en un gran centro de espiritualidad cristiana. El auge de las peregrinaciones, viajes con un sentido penitencial, es decir, como expiación de las culpas y pecados, se acomoda a la mentalidad medieval, en la que la espiritualidad se encontraba presente en todos los ámbitos de la vida cotidiana. Encajaba también con el concepto del homo viator, el ser humano como “peregrino” en la vida terrenal, en tránsito hacia una vida espiritual y eterna a la que solo podría acceder limpio de culpas. Tanto es así que obligar a los reos y delincuentes a realizar el Camino de Santiago se convirtió en una sentencia habitual en algunos tribunales europeos de la Edad Media, aunque también lo realizaban gentes de toda condición social, incluidos nobles que encargaban a otros que lo hicieran en su nombre.

Hoy en día, el perfil de los caminantes es mucho más variado, y oscila entre el auténtico peregrino, que busca sobre todo una experiencia interior, y el turista, pasando por el aventurero o el curioso, y todas las posibles combinaciones. De ahí que aunque realizar el Camino sea una actividad completamente libre y gratuita, existan multitud de empresas que ofrecen todo tipo de servicios –traslado y consigna de mochilas, maletas o bicicletas– y paquetes turísticos que incluyen, además de tramos a pie, visitas guiadas, traslados en avión, autobús o tren, paseos a caballo e incluso en burro, hoteles, gastronomía, etc.

Y es que el Camino, igual que hace siglos, es en sí mismo un motor económico y un itinerario cultural de primer orden: las riquezas artísticas y naturales que ofrece son innumerables. Aunque las rutas que llevan a Santiago ya existían en muchos casos antes del descubrimiento de la tumba del Apóstol, impulsaron la entrada y difusión de corrientes culturales del resto del Europa. Tras alcanzar su auge en los siglos XII y XIII, el Camino entró en un cierto declive y no fue hasta los años 80 cuando comenzó a revalorizarse hasta recuperar la enorme proyección que tiene actualmente.

Si bien la ruta más popular –la elige más del 66% de los peregrinos– para llegar a Compostela desde Europa es la que cruza los Pirineos por Roncesvalles, llamada Camino Francés, hay más de una decena de itinerarios dentro del territorio español. Prácticamente todas las regiones tienen su ruta jacobea, en muchos casos olvidadas y recuperadas gracias a la labor de asociaciones y estudiosos. En 2015, la UNESCO amplió la declaración de ‘Patrimonio de la Humanidad’ que ostenta el Camino Francés desde 1993 a otras cuatro rutas más del norte del país: el Camino Costero; el Camino Interior del País Vasco y La Rioja; el Camino de Liébana y el Camino Primitivo, que en total suman 1.500 kilómetros.

Paralelamente, las asociaciones españolas de amigos del Camino de Santiago –34 en total–, han estudiado, recuperado y señalizado con flechas amarillas hasta 12.000 kilómetros por toda España desde finales de los años 80, además de reclutar cada año 700 voluntarios llamados “hospitaleros”, para atender alrededor de 40 albergues gratuitos, antiguamente llamados “hospitales”. Los peregrinos disponen también de otros 400 alojamientos de pago gestionados por parroquias, ayuntamientos y otras entidades e instituciones.

Pistas peregrinas

Como muestra de la infinidad de tesoros artísticos, paisajísticos y culturales repartidos por todas las rutas jacobeas se pueden mencionar:

  1. Las catedrales románicas y góticas: como la de Santiago –joya del románico con el espectacular Pórtico de la Gloria y la fachada barroca del Obradoiro–, Jaca, León, Burgos, Palencia, Oviedo o Lugo.
  2. Iglesias: como la de Santa María de Eunate (Navarra), una rareza arquitéctonica por su planta octogonal y su vinculación a la Orden Templaria; como la de Santa María la Blanca (Palencia). Más antiguos son los templos prerrómanicos asturianos de San Miguel de Lillo y Santa María del Naranco.
  3. Monasterios: como el de San Juan de la Peña (Huesca), semiexcavado en la roca en un espectacular paraje natural; o San Juan de Ortega (Burgos), donde dos veces al año se produce el fenómeno de la luz equinoccial (un rayo de luz que ilumina un capitel románico), y que también se puede contemplar en la iglesia zamorana de Santa María de Tera. Otros monasterios importantes son el de Santo Domingo de la Calzada, y San Millán de la Cogolla (La Rioja), Leyre (Navarra), etc.
  4. Puentes: de la Trinidad (Arre, Navarra) del siglo XII, Puente del Paso Honroso o de los Caballeros en el río Órbigo, (León), donde un caballero luchó durante 30 días para ganar el favor de su amada; el de Puente La Reina (Navarra) sobre el río Arga…
  5. Cruceros: destaca el de Ligonde (Lugo). Estas cruces de piedra esculpidas se colocaban en los cruces de caminos y se usaban como guías para los peregrinos. Abundan en Galicia y Portugal, aunque también se pueden encontrar en la zona del Cantábrico y en algunos puntos de Castilla-León. En la mitología popular gallega servían como protección ante un encuentro fortuito de los caminantes con la Santa Compaña (procesión fantasmal de difuntos).
  6. Fuentes: fundamentales para todo caminante, destacan la peculiar Fuente de los Moros de Monjardín, un antiguo aljibe (depósito de agua de lluvia) con tejado a dos aguas y una profunda escalinata de acceso; las fuentes termales de Ourense, conocidas como As Burgas, las de Fonsagrada (Lugo), o la del Vino, cerca de Estella (Navarra), dedicada a los peregrinos y construida en 1991 por unas bodegas locales, que también mana agua.

Información básica para hacer el Camino:
a) www.santiagoturismo.com/camino-de-santiago
b) www.caminosantiago.org/cpperegrino/comun/inicio.asp
c) www.catedraldesantiago.es